"Poca gente sabe que el ojo humano tiene un ángulo muerto en su campo de visión. Hay una parte del mundo ante la que somos literalmente ciegos. El problema está en que a veces el ángulo muerto nos oculta cosas que no deberíamos ignorar. A veces los ángulos muertos nos permiten ser alegres. En el caso de los ángulos muertos quizá nuestro cerebro no se equivoca, quizá esté protegiéndonos"


lunes, 20 de junio de 2011

Indignez-vois


No deja de ser curioso que sea un anciano el que tenga que despertar a la juventud. Bueno, si lo pensamos bien, su experiencia hace que vea las cosas como son, como ya las ha visto y no como nuestra confundida e inexperta mente nos hace creer que son. Es una publicación dirigida a gente joven, con el objetivo de despertar conciencias. Estamos dormidos, narcotizados por el consumismo, distraídos por los programas del corazón, creyendo que aquí todo está conseguido, haciendo oídos sordos a las convocatorias de huelgas y manifestaciones.
Personalmente, nadie se siente responsable de ser el causante de esta crisis, sin embargo, todos formamos parte de estos escándalos. Este libro puede dar que pensar y motivar a más de uno. Por lo que a mi respecta, ni todo está logrado, ni los recursos son ilimitados, ni las políticas sociales saldrán a flote si nos mantenemos pasivos o indiferentes. La posibilidad de cambiar las estructuras y normas sociales, que limitan injustamente las oportunidades vitales de millones de personas en nuestro planeta, está en manos de cualquier ciudadano de a pie. Todo cambio comienza por uno mismo. Primero debemos tomar conciencia de nuestra propia situación personal y luego de la social. Podemos cambiar, podemos tomar alternativas y vivir de modo diferente porque hay personas que lo han conseguido.
Pero además, si tomamos conciencia de la falta de libertad individual y social, de la manipulación a la que estamos sometidos, estoy de acuerdo con el autor de este libro en que debemos indignarnos. Motivos no nos faltan, debido a que en la actualidad vivimos rodeados de avaricia  practicada por la banca y el gobierno. Es hora de que nos indignemos por todo este escándalo, nos apliquemos el cuento y comencemos a obrar en consecuencia. Empecemos por indignarnos ante las injusticias y abusos que presenciamos en nuestro entorno cotidiano y ante las que, con frecuencia, nos encojemos de hombros, miramos hacia otro lado y, en la mayoría de los casos, terminamos por no hacer nada. Merecerá la pena revelarse y luego procurar no caer en aquello de lo que nos revelamos. Y si por ser humanos retrocedemos, volver a levantarnos y avanzar otra vez hacia lo bueno.
La sociedad de consumo nos adormece, nos convierte en objetos, pero… ¿Por qué no nos revelamos? La falta de personas a las que les confiamos nuestros sueños, nuestras esperanzas de futuro, la carencia de esos líderes que nos guían y motivan a continuar a pesar de sentirnos débiles es la causa de esconder nuestra indignación. Perdemos el valor al pensar que una sola persona no es suficiente para terminar con tantas injusticias que nos persiguen día tras día. Sentimos que cada día nos alejamos más de lo que queríamos, por eso buscamos el talento de otras personas para que nos lleven en la dirección que queremos seguir, porque no somos lo suficientemente valientes para encaminarla por nosotros mismos.
Los jóvenes, los encargados de enarbolar la bandera de los cambios revolucionarios, son los que sufren con mayor crueldad el paso de ser considerados objetos y no sujetos, precisamente objetos por y para el consumo. La publicidad, el márquetin, las estadísticas en consumo… saben muy bien como manejar a las grandes masas juveniles: han cambiado sus ideales y sus sueños por un hábito consumista. Pero esta trampa mortal únicamente crea jóvenes infelices, porque fuera de sí mismos, es decir, rodeándose de cosas superfluas e inútiles, nunca lograrán llenar el profundo vacío que produce el carecer de ideales. Y lo que es peor, mientras compran y compran el último modelo de móvil (que pasará de moda en un par de meses), las gafas de sol más fasion, los zapatos más glamurosos… se olvidan de que ellos son los encargados de cambiar el mundo. Y, así, el mundo sigue girando un poco al revés: los que deberían transformar la sociedad persiguiendo un mundo mejor, más justo, de personas más libres y concienciadas, son “amaestrados”, dirigidos y adormecidos, por aquéllos no ya tan jóvenes, pero que son los que producen los artículos y productos para un mercado compuesto por personas que no deben perder ni un segundo en pensar, pero sí  emplear muchas horas en comprar.
Esta cuestión es aplicable no sólo a la parcela económica sino también a la política. La mediocridad de los gobernantes, los numerosos casos de corrupción, la manipulación de los medios de comunicación… han llevado a no pocos jóvenes al desencanto. ¿Votar para qué? ¿A quién? ¿Con qué finalidad? ¿Quedará todavía alguien que crea que la política es trabajar por el bien común? Y sí, sí, sí  hay que indignarse y luchar para conseguir que el mundo mejore. Si respetas, si eres tolerante, si eres honesto y honrado, si luchas para ser el dueño de tu vida, si eres solidario, si intentas vivir y dejar vivir, estás poniendo tu grano de arena: No tienes que esperar a que los demás den el primer paso, el primer paso lo tienes que dar tú.

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